Llevamos más de un mes de aislamiento y seguimos sin ver con claridad una luz que muestre el final del túnel. En nosotros puede que haya un sabor amargo por tantas personas que sabemos que lo han pasado o lo están pasando mal, porque nos gustaría estar cerca de ellos. Desde la distancia, sentimos que poco podemos hacer, tan solo una llamada o un mensaje de apoyo y de solidaridad. Y, eso se queda muy corto para calmar el dolor de aquellos que han perdido a un familiar y ni siquiera han podido estar a su lado, ni despedirse.
En esta realidad de amargura, la vida sigue latiendo y cuenta con nosotros para alentar la esperanza. Son muchos los que están aportando sus voces a una maravillosa sinfonía, y nos invitan a acompañarlos.
Podemos unirnos al coro de los sanitarios que cuidan de los enfermos. Hay ocasiones en que a los que están con nosotros no les sube la fiebre, pero aparecen otros síntomas que nos deja el aislamiento. Hay personas que pasan por momentos de agobio y de sentirse sin fuerzas para aguantar más. No están esperando medicamentos, pero les reconforta nuestra comprensión, nuestra cercanía y escucha.
Acompañar a los que facilitan que lleguen los alimentos a los supermercados. Colaborando en nuestra casa para hacer la compra y preparar la comida. Y crear momentos de conversación al cocinar y prolongar la tertulia después de comer. Si en otras circunstancias nos levantamos pronto de la mesa para hacer otras tareas, que estos días cuidemos estos momentos de estar juntos y de crear hogar.
Y que nos sintamos unidos a todos los que trabajan en cuidar la seguridad. Ante la amenaza del contagio, de quedarse en el paro y sin recursos económicos, nuestra necesidad de seguridad se ha acentuado. ¿Cómo podemos acoger nuestros miedos? ¿Cómo afrontar estas situaciones cuando lleguen sin hundirnos? Podemos comenzar dejándonos sentir, y poniendo palabras a lo que nos está pasando. Buscando momentos de desahogo con otra persona. Sabiendo que hablar las cosas, no las resuelve, pero nos permite afrontarlas con otras fuerzas, y con apoyos de otras personas.
La situación que estamos viviendo nos dejará marcados profundamente. Pueden quedar en nosotros heridas y sentimientos de derrota, o pueden aparecer actitudes de superación, de empatía, de crear lazos con nuestra familia, amigos y vecinos, y cultivar juntos semillas de crecimiento personal, semillas de sociedad, semillas de comunidad.