Ese ha sido el principal aprendizaje de estos días. Por mis circunstancias, he pasado gran parte de este confinamiento físicamente solo… pero solo físicamente. Porque me he sentido más acompañado, familia y marista que nunca.
Aún no he visto a mis padres y a mi abuela, y aún me falta para verlos. Pero la comunicación es constante. Las charlas, las risas y hasta compartir amaneceres juntos. Con mi hermano igual, pero estamos unidos por la misión, él en el cole de Tui y yo en Valladolid.
Mi Grupo de Espiritualidad está en mi vida. Nos seguimos encontrando virtualmente, y hasta la pequeña Julia ha entrado en nuestra familia. Compartimos en la distancia vida, espiritualidad y fraternidad.
No he podido abrazar a mis alumnos. Ni sé cuando podré volver a hacerlo. Pero les he resuelto dudas, los he animado, hemos sido cómplices… Y cómo he disfrutado las videollamadas con mi grupo de MarCha de 2º de Bachillerato…
No tengo cerca a mis compañeros. Pero qué maravilla los cafés virtuales, las llamadas para compartir risas o “maldades”, los proyectos maravillosos que han surgido juntos… El chat posgraduación virtual de 2ºBach, las fiestas virtuales del cole… Las reuniones de los equipos provinciales con tantas ilusiones compartidas…
Han sido días cargados de vida. Y vienen días más cargados de vida aún. ¿Y de dónde sale la fuerza? De dentro, de pararme, de escucharme, de hacer silencio y no dejarme llevar por el ruido emocional, el ruido mental, el ruido social…
Más que nunca agradezco la interioridad, la espiritualidad, la fraternidad, la misión compartida… el poder vivir mi vocación y encontrar aquí y en este ahora el lugar donde puedo desplegarme. Y sé que quiero cuidarla, y que AHORA, más que nunca, y como proyecto de futuro, sé que tengo que cuidarme para cuidar. Y aquí puedo hacerlo
Eladio Díez
Equipo de Laicos Maristas