Para los 68 educadores que permanecieron en el Hermitage entre el 4 y 10 de julio se cumplió una ilusión añorada desde que terminaron la formación del HEE, en la mayoría de los casos; para otros era la realidad cumplida de una esperanza después de muchos años de hablar a sus alumnos de la vida, los lugares y los acontecimientos que rodearon al fundador de los Hermanos Maristas. Unos y otros, todos, volvieron con la alegría y satisfacción de haber cumplido un anhelo, un objetivo, una meta.
El Hermitage, la Valla, Marhles, Rosey, Le Pallais, Le Bessat, Fourvière, Lyon, los montes del Pilat, una mesa y unos platos… quedaron plasmados en las cámaras de los móviles, pero, sobre todo, permanecerán en la retina y en el corazón de estos viajeros.
Por las mañanas, seguramente que la soledad sonora del valle y del Gier vendrán a los sentidos de más de uno, será difícil olvidar el silencio, el susurro, el color verde, los rincones de la casa, la capilla del bosque, la roca…
A partir de la experiencia vivida, desde los lugares donde Marcelino hizo realidad su proyecto de vida, será mucho más fácil entender y tendrá verdadero sentido eso de “cortó la roca…” “como el Padre me amó…” “necesitamos Hermanos…” buena Madre…”
El Amanecer a la Vida, la Hora 00 y la convivencia de estos días rememoraron lo vivido en las cuatro semanas del HEE, experiencia que ha dejado una marca significativa en la vida de cada uno de los participantes.
Con seguridad, todos los peregrinos, al marchar, se dijeron que volverían al Hermitage.