Una de las situaciones que suscita mayor expectación en los participantes del curso ELEM (Especialista en Liderazgo y Espiritualidad Marista) es la provocada por la entrega del informe con los resultados de la autoevaluación realizada por ellos, junto con las respuestas de su superior directo, sus colegas y otras personas con las que trabajan habitualmente, a un cuestionario extenso y minucioso, agrupado bajo cinco enunciados (Carácter, Capacidades personales, Orientación a resultados, Habilidades interpersonales, Liderando el cambio), siguiendo el modelo de ZENGER-FOLKMAN. Los resultados permitirán descubrir cuáles son las FORTALEZAS de los evaluados para poder continuar potenciando esas FORTALEZAS.
A partir de ahí, cada asistente tendrá que elaborar, con la ayuda de los asesores de la consultora P&A y de los acompañantes del curso, un Proyecto de Desarrollo Individual que le ayude en su crecimiento personal y profesional y que, a lo largo del año, tendrá revisiones periódicas, contando para ello con la ayuda de un compañero, elegido por el interesado, y por los acompañantes.
Javier García Campayo descubrió, para quienes no lo sabían, el valor de la práctica del MINDFULNESS en la vida cotidiana, y a los que ya lo conocían y practicaban les dio más motivos para perseverar en este estilo de vida, pues eso es el MINDFULNESS, “un estilo de vida”.
De Inteligencia espiritual y liderazgo, especialmente liderazgo cristiano, habló de forma clarividente Francesc Torralba. Sirviéndose de los vértices de un pentágono, comenzó señalando cómo la pandemia del COVID nos dejó una serie de aprendizajes que han quedado incorporados a nuestro quehacer diario y prosiguió enumerando las cualidades que debe reunir alguien que vaya a liderar un proyecto; las inteligencias que debe poner en funcionamiento en el ejercicio de ese liderazgo, en especial la inteligencia espiritual; las virtudes que debe tener un líder y, finalmente, qué es lo nuclear cristiano en un liderazgo.
Patricia y Carmiña, exalumnas del ELEM, junto con el H. Nicolás, pusieron en valor el curso ELEM, mostrando que, desde ahí, efectivamente, uno puede multiplicarse personal y profesionalmente.
La convivencia, la alegría del encuentro, el compartir, las sobremesas y los ratos libres ayudaron a dejar en un segundo plano la intensidad del trabajo realizado, y en las despedidas ya se hablaba del próximo encuentro en mayo.