El pasado viernes, día 12, en la casa Marista de Miraflores, finalizaban su formación, los 28 educadores que conforman esta vigésima promoción.
Esta semana, tan singular, volvió a recobrar la normalidad suspendida por la pandemia del covid en los cuatro años anteriores. Una semana fundamentalmente experiencial, donde la palabra SOLIDARIDAD ocupó la mayor parte del tiempo de la semana.
Las mañanas del martes, miércoles y jueves brindó a los participantes la posibilidad de conocer y trabajar en realidades bastante alejadas de sus quehaceres habituales. Gracias a todas las entidades y profesionales con la que hemos podido recuperar estas acciones de voluntariado.
Distribuidos en grupos de 5/6 personas, pudieron vivir el día a día de un comedor social, sirviendo la comida y hablando con los usuarios, emigrantes procedentes de diferentes continentes, junto con nativos que están sufriendo las lacras propias de la sociedad de este y otro tiempo. También tuvieron la oportunidad de compartir con las personas mayores que viven en una residencia y llevar algo diferente que contribuyó a romper la rutina cotidiana, a olvidar por unas horas la soledad y el deterioro provocado por el paso del tiempo. Otros conocieron in situ el trabajo que se realiza en “Proyecto Hombre” y en «Atalaya» advirtieron lo complicado que es llegar a un país y no poder comunicarse porque se desconoce la lengua y sus hábitos de comportamiento. También comprobaron la complejidad de la tarea educativa porque hay personas que tienen sus facultades muy limitadas y maltrechas.
Pero, como en las semanas anteriores, también hubo tiempo para comenzar el día con el “Amanecer” y terminarlo con la “Hora 0”; hubo momentos y espacios para el encuentro, ratos para el ocio y para dar un paseo por Burgos, visitar la Cartuja y compartir y disfrutar alrededor de la mesa.
Finalizaron las 4 semanas de formación de este curso, pero falta la última que, Dios mediante, será en el verano del próximo curso en el Hermitage, el lugar que les ha permitido encontrarse, conocerse, emocionarse y, en muchos casos, llegar a ser más que compañeros en una de las escuelas de Maristas Compostela.