En el paraje emblemático de Roxos, aliados con la suavidad del clima y la luz acariciante de cada jornada, tuvimos el encuentro de formación sobre Interioridad. Y si el clima exterior fue un regalo especial, aún lo fue más el clima de relación entre todos los participantes. Había fluidez, calor, atención, valoración, interconexión.
Se abrieron las puertas a la creatividad, el cuerpo encontró expresividad. El sol, el aire, el agua, el fuego hallaron las formas de manifestarse. El silencio, la meditación recibieron una cálida acogida. La danza llenó de libertad a los cuerpos, mentes, espíritu. El compartir en comidas, cafés, tiempos libres daban un aire de naturalidad y bienestar por sentirnos en la misma onda.
Josean, animador incombustible, se hizo músico, prestidigitador, artista, evocador, maestro de artes orientales… Nos dábamos cuenta de que el curso animaba nuestro fuego interior, nos daba herramientas para el día a día de nuestra labor personal y educativa, nos habría a explorar y actualizarnos continuamente.
Terminamos con la construcción de nuestro Ikigai, nuestra búsqueda de propósito en la vida. Un propósito iluminado por la luz interior que anima el Espíritu. Y sentimos la gratitud a quienes nos han facilitado tener estos días de profunda vivencia y conexión.