Cuando, a comienzo de año, deseábamos un “feliz año” a cada una de las personas que comparte la vida con nosotros, estábamos lejos de pensar que nuestra vida y este nuestro año rápidamente serían tan diferentes.
Las últimas seis semanas, sí, para algunos de nosotros parecen una eternidad, pero para otros, sí, ¡ya pasaron seis semanas! Como decía, estas semanas se convirtieron en una de las pruebas más difíciles en los 26 años de vida del Lar Marista de Ermesinde.
Todavía era “ayer” cuando nuestro Lar, durante el día, se llenaba de silencios para después, alrededor de las cuatro y media de la tarde, como me gusta decir, “ganar vida”. A esa hora, nuestros niños llegaban de las diferentes escuelas y, tal como en cualquier casa, llegaba la agitación, las historias para contar, por los enfados, pero también las rutinas de las duchas y los cuidados, de las terapías y las actividades, etc.…
Ahora, esa rutina, fue sustituida por la “vida en casa” en aislamiento durante todo el día y todos los días… Con las escuelas cerradas, nuestros niños se quedaron en casa; los que tienen familia, sin poder hacer o recibir visitas; las terapias y las actividades con personas externas, suspendidas; las consultas médicas y las terapéuticas aplazadas… en fin, ¡vivimos una vida en suspenso!
Cuidamos unos de otros y cuidamos de ellos: nos alegramos con sus alegrías, nos enfadamos con sus enfados, damos algunos abrazos “clandestinos” y, preocupados, vivimos cada día y cada hora con la intensidad que ellos nos imponen. Creo que, a pesar del miedo y del cansancio que sentimos, ¡todos estamos felices!
Actualmente nuestra rutina de trabajo es por grupos. Unos trabajan 14 días seguidos en turnos de tres personas, mientras los otros permanecen en cuarentena; después cambiamos. Así, reducimos el riesgo de contagio a nuestros niños, porque así sólo tienen contacto con los cuidadores de ese turno. Pero, angustia pensar que somos nosotros su actual riesgo de contagio pues, a pesar de todos los cuidados y apretadas normas, las podemos infectar.
Todos somos cuidadores de estos niños que, en su mayoría no se aperciben de lo que pasa, pero también debemos cuidar a aquellos que, dándose cuenta, comparten con nosotros sus miedos y sus recelos. En fin, la preocupación y el deseo diario de que todos nos encontremos bien y consigamos vencer “el bichito”, como uno de los niños me decía estos días.
Estoy seguro de que sí, estoy seguro de que todos (niños y adultos) día a día, en esta casa que se convirtió en su casa, dan lo mejor de sí. Estoy seguro de que nuestros niños van a ultrapasar esta fase complicada con esa sonrisa que les caracteriza. Estoy seguro de que el deseo de transformar los abrazos “clandestinos” en abrazos “legítimos” que todos sentimos, se concretizarán brevemente.
Hasta ese momento creemos, tal como alguien escribió en el cartel que anónimamente colgó en la entrada del Lar: “¡Todo va a ir bien!»
Paulo Jorge Pacheco
Director do Lar Marista Ermesinde