El segundo curso de Especialista en Liderazgo y Espiritualidad Marista se resistía a tener un final. Las dos primeras semanas del mismo, la experiencia de silencio y espiritualidad, las prácticas de la evaluación 360, los programas de crecimiento personal daban tanto de sí, iban dejando una huella tan especial que tuvo que interponerse la pandemia para que todo durara más y así tener más tiempo para practicar, para profundizar, para contrastar con la realidad cotidiana.
Llegábamos a la última semana con la experiencia de un curso escolar muy especial, con todo lo que él ha supuesto, con cansancio, con la fortaleza de quienes han hecho frente a las circunstancias adversas y con unas ganas enormes de encontrarnos con los amigos y compañeros/as del camino.
Y sentimos la acogida, el calor del encuentro, el retomar nuestros sueños y, hemos vivido una semana que ha llenado el corazón de alegría y sentido.
El hermano Oscar Martín hizo de guía en los temas de Liderazgo y Espiritualidad Maristas, y se creó ese ambiente de familia, donde el rigor y riqueza de la exposición se combinaban con la cercanía, el testimonio y el compartir.
Siro López, como encantador mágico, nos lanzaba al espacio de la multicreatividad.
Y nos encontrábamos en el Amanecer y en la Hora Cero y las comidas eran reposadas donde no se acababa la conversación, y los paseos por la finca eran espacios de compartir y disfrutar. Y el último día, guiados por el enfoque del hermano Román, teníamos un tiempo reposado para mirar al futuro, tras repasar desde el corazón el camino recorrido.
Por eso al final decíamos: este curso deja huella, debe seguir, otras personas tienen que disfrutarlo.