Vamos a iniciar un nuevo trienio y una de las líneas maestras propuestas para Maristas de Compostela nos invita a «impulsar el compromiso social a nivel provincial, local, comunitario y personal, integrando las obras sociales en el conjunto de la misión y apostando por nuevas presencias».
Como sabemos, estas líneas son fruto de todo lo compartido y discernido a lo largo de 2021 en diversos ámbitos: obras educativas, Asamblea de Misión y Capítulo Provincial. Por eso nos sentimos directamente implicados en el logro de estos objetivos.
Como maristas, Marcelino Champagnat es un referente en nuestra misión y acción educativa. «El documento Misión Educativa Marista nos recuerda que, a partir del ejemplo de Marcelino Champagnat y asumiendo su misma misión, estamos llamados a conducir a los jóvenes, por medio de la educación, hacia una experiencia de fe personal y comunitaria que los lleve a convertirse en personas libres, justas, éticas y solidarias.» (Evangelizadores entre los jóvenes, 141).
Habitualmente, cuando recordamos la dimensión solidaria de Marcelino, evocamos el encuentro decisivo con el joven Montagne, o aquella otra ocasión en que renunció a su colchón porque en casa no había más que ofrecer a un pobre que lo necesitaba.
Hoy queremos recordar que Marcelino Champagnat, antes de ser sacerdote, fundador y educador, tuvo su propio itinerario formativo como niño y joven. Ahí encontramos las raíces, la fuente de su compasión por los más necesitados. En este camino sabemos cuán decisiva fue la influencia de sus padres, especialmente por el testimonio de vida que recibió de ellos.
Particularmente en este campo de la solidaridad, Marcelino tuvo una gran referencia en la vida de su padre, aunque la perdió temprano; en tiempos de la revolución francesa, llamado a desempeñar un papel relevante en el nuevo régimen, Juan Bautista (el padre) supo apoyar las justas aspiraciones del pueblo y rechazar los excesos del movimiento revolucionario. «Hombre de reflexión, revolucionario, funcionario del gobierno, comerciante y granjero… Cabría preguntarse: siendo así el padre, ¿qué dones personales heredaría su hijo? El discernimiento, la compasión hacia los demás, diplomacia, pericia para administrar los bienes, la habilidad práctica de un trabajador.» (H. Sean Sammon, Un corazón sin fronteras).
Como bien sabemos, la compasión no se inventa, la solidaridad no es un barniz que adorna el currículo personal. Como educadores, hermanos, madres y padres… ¿qué queremos y estamos transmitiendo a nuestros niños y jóvenes?