Han pasado semanas, pero parece, es, un recuerdo de otra época. Sin embargo, la reflexión final es más actual que nunca.
Y esta vez, sí lució el sol. Cuando allá en octubre teníamos la primera semana del curso “Hermitage Escuela de Educadores” la lluvia en Roxos y en Santiago fue fiel compañera. Luego a finales de enero estábamos en Burgos (Miraflores) y no apareció la nieve, pero no nos abandonó la lluvia. La paciencia da sus frutos y ahora sí, en Colares, no lejos de Lisboa, lució el sol, nos permitió ver y disfrutar el mar azul.
Y es que también en un curso del HEE se pasa por diversas fases, en ocasiones incómodas, a veces aparecen nuestros nubarrones, luego se va profundizando, encontrándonos con nosotros mismos, construyendo grupo, compartiendo experiencias, dejando que la luz entre por las grietas de nuestra vulnerabilidad y ya empieza a llover menos.
Y en esta semana nos familiarizamos con lo profundo de nosotros mismos, nos aproximamos al miedo y al perdón, revivimos la pasión de nuestra vida: nuestra misión de educadores maristas, nos dejamos sorprender por la presencia marista en frontera, seguimos profundizando en herramientas prácticas para nuestra misión, como la entrevista no directiva, aprendiendo la escucha activa, el acompañamiento en sintonía… Y todo es como un sol que aparece y llena de esperanza.
Nuestros amaneceres eran la metáfora de la luz que acaba siempre por salir cuando uno se atreve a andar en la oscuridad.