El 15 de agosto, Solemnidad de Nuestra Señora de la Asunción, celebramos con alegría el caminar de fe y esperanza de María. Ella continúa siendo nuestra inspiración, como lo fue desde los orígenes de nuestro Instituto, y lo ha sido para la Iglesia desde su comienzo. La vida misma de Jesús ha sido marcada por la cercanía y ternura de su madre, María, así como por su espíritu de fe, apertura y disponibilidad hacia Dios.
En este día nos unimos al Magníficat que Ella canta eternamente: “ Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava… ” (Lc 1,46-48).
El Papa Francisco, durante la Audiencia tenida al final de la Conferencia general, refiriéndose a María, nos decía: Marcelino Champagnat “se guió por el ejemplo de la Virgen María, la ‘Buena Madre’, como él decía: María era una mujer sencilla de un pueblo periférico, pero su corazón miraba más allá, tenía el horizonte del Reino de Dios, era una persona abierta. Y esto brilla en el Magníficat, donde el plan de salvación de Dios resuena a través de la voz de su humilde esclava. ¿Qué podría ser más hermoso, más efectivo que el Magníficat para educar a una niña o un niño para que se abra a Dios ya su plan de amor? El Magníficat contiene una visión de la vida y de la historia; es una escuela de fe y de oración, que libera del encerrarse en uno mismo y de todo espiritualismo, y muestra la alegría de creer, esperar y amar según el Evangelio de Cristo”.
La celebración del día 15, fiesta patronal del Instituto (Const. 50.3), es una hermosa ocasión para contemplar el corazón de María y para mirar qué tanto nuestro corazón se abre, con humildad, a la presencia de Dios ya sus continuas llamadas: a intentar reconocer y dejar de lado los apegos de nuestro ego, que frecuentemente nos acechan, para así abrir espacio a Él; a ir más allá de nuestros miedos e inseguridades, para lanzarnos generosamente a servir a quienes más lo necesitan; a releer y meditar en el corazón (cf Lc, 2,19) las situaciones y desafíos que se nos presentan en el contexto actual, buscando responder con profecía y esperanza.
Ella nos inspira y nos acompaña en este caminar. Deseo a todos hoy una ¡feliz fiesta mariana!
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H. Ernesto Sánchez – Superior general