Mi experiencia en Guatemala ha sido intensa, enriquecedora y sobre todo transformadora. La mayor parte del tiempo de estos 4 meses he participado en el curso del Ice-Cefas de los jesuitas en el curso que tiene por título Programa de Acompañamiento y Formación, PAF 2020. El curso lo comenzamos el 31 de enero y finalizó el 3 de junio.
A lo largo de estos meses he revisado la dimensión humana de mi persona: desde el ámbito psicológico, espiritual e histórico-social. También hice la experiencia de los Ejercicios Espirituales de 30 días de San Ignacio de Loyola. Aunque nuestro ritmo cambió con la llegada de la pandemia a mitad de marzo, toque de queda, medidas de distanciamiento social y toda la formación pasó a ser virtual a través de videoconferencia. Desde ese momento ya no pudimos salir del centro de formación. Valoro mucho la labor del equipo de formación y de los acompañantes que nos han ido siguiendo de manera personal la evolución de cada uno.
Otro aspecto que destaco es el grupo de 12 participantes que hemos convivido durante estos 4 meses y nos hemos ido convirtiendo en una pequeña familia, a través de los grupos de vida y la convivencia diaria. Éramos dos hermanos maristas (el H. Efraín Romo de América Central y yo), el resto eran religiosas de diferentes congregaciones.
Otra cosa que me ha marcado ha sido el encuentro con la realidad, los sábados que pudimos salir antes de la pandemia, acompañamos a las religiosas oblatas que trabajan con mujeres que se dedican a la prostitución. Me quedo con la cercanía de las monjas, la acogida de estas mujeres y que todas agradecían nuestra visita, dando gracias a Dios por nuestra presencia y porque alguien las escuchaba y se preocupaba por ellas.
También destaco la acogida de los hermanos de la Provincia Marista de América Central, tanto cuando llegué al país, pero sobre todo desde que finalizó el curso hasta que emprendí el viaje de vuelta. Ha sido una manera especial de celebrar el Día de San Marcelino y también el día de mi cumpleaños el 15 de junio. Me he sentido en familia, como si estuviese en mi casa.
No se me olvide destacar también la acogida de los hermanos de la Provincia de México Central, que nos acogieron al H. Rui y a mí, los días 18 y 19 en nuestro viaje de vuelta. Una auténtica expresión del espíritu de familia, a pesar de nuestra breve estancia.
Como decía en la introducción ha sido una experiencia realmente intensa y transformadora.
H. Ángel Cuevas Pérez