La crisis ambiental en la que vivimos no se puede separar de la social. El desgaste del mundo por la acción humana va en detrimento de los derechos humanos. A mayor desgaste, mayores son los espacios de vulneración de derechos que ve su cara más extrema en el desplazamiento forzado de personas a causa del cambio climático.
La vuelta a momentos de interioridad, el regreso a nuestro yo interior en contacto con la comunidad, es clave en aras de cuestionar nuestros modelos de vida, consumo y ahorro, la forma en que nos desplazamos y, en definitiva, en qué medida contribuimos a sostener o reducir los desequilibrios de nuestro tiempo. Nuestra huella ecológica es una buena medida de lo que vamos haciendo por el cambio eco-social.
En un mundo cada vez más globalizado y conectado, la experiencia del consumo responsable y justo, local y de proximidad es una propuesta concreta orientada a la transformación social, toda una revolución en tiempos de posmodernidad que no debemos olvidar. Es difícil ser sensible a aquello que no vemos si no somos conscientes de cómo vivimos y de nuestro entorno cercano de vulneración de derechos, más patente si cabe con la pandemia, por el aumento de la desigualdad y del número de familias en situación de pobreza.
Justicia social e igualdad de género son inseparables. No se entiende una sin la otra. Promover en nuestra acción el acceso igualitario al ejercicio de los derechos, inherentes a toda persona, es parte de la consecución de los derechos humanos.
Sensibilizar, proteger, promover, denunciar, acoger… son actitudes imprescindibles para estos tiempos de cambio. Actitudes que garanticen el cuidado de la casa común, el compromiso eco2social personal y comunitario, e impliquen nuevas formas de estar en el mundo.
Proporcionar espacios seguros de educación, libres de violencias, en los que se fomenten aprendizajes significativos a partir de los talentos y capacidades creativas de los jóvenes, poniendo en el centro su interés general, debe de ser uno de los objetivos principales en nuestra labor como comunidad educadora. En definitiva, apostamos por potenciar una educación integral que reduzca las brechas de desigualdad y sea garantía de oportunidades entre comunidades que sufren diferentes formas de exclusión social.
Renovamos nuestro compromiso irrenunciable con los derechos de niños, niñas, jóvenes y sus familias, especialmente aquellas que sufren más profundamente las causas de la pobreza agravadas en estos tiempos pandémicos.
Así vamos haciendo camino en Xuntos y en todas las obras educativas maristas de Compostela. En el horizonte, los derechos humanos universales.
Centro Socioeducativo Xuntos – Oviedo
